Publicado el 19/06/2022 |
JUEGO DE NIÑOS
Después de hacer los deberes, mi hijo enciende la videoconsola, se acomoda en el sofá y empieza a jugar. Desde bien pequeño ha destacado por sus buenos reflejos y la agilidad de sus dedos, y eso que entonces apenas podía sujetar los mandos y había que ayudarle. Con el tiempo y la práctica ha mejorado también su precisión: no hay edificio que soporte el impacto de sus bombas colocadas estratégicamente ni enemigo que resista la puntería de sus balas. Por cada docena de muertos recibe una recompensa de cinco puntos, me explica, y diez por cada edificio abatido, quince si está habitado. Canjea los puntos por munición y potencia y así, poco a poco, aprende el valor del esfuerzo. Se puso muy contento cuando, tras superar varios niveles, consiguió ascender a francotirador. Le ha venido muy bien para trabajar la concentración y la paciencia, que falta le hacían. Se aplica duro, estoy orgullosa de él. Ya solo necesita tres muertos para desbloquear una cabeza nuclear, me dice entusiasmado al acostarse. Dudo que pueda dormir, está deseando que llegue mañana para apretar el botón.
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